Me acuerdo claramente como era yo hace algunos años. Cuando cada vez que deseaba acercarme a una mujer desconocida, me entraba un gran miedo y existía una fea sensación en mi estómago. Después empecé a pensar… “¿pero a que le tengo miedo? ¿les tengo miedo a ellas? ¿les tengo miedo a sus reacciones? ¿o simplemente le tengo miedo a que me digan que no?”. Inicialmente empecé a describir cada miedo. A ellas no les podía tener miedo, pues realmente no creía que me pudieran hacer daño (físico). Así que temía a sus reacciones y a que me digan que no.
Después de haber tratado con muchas mujeres, puedo asegurarles que sus reacciones, cuando un hombre se acerca, van en un rango desde neutras hasta positivas. Muy rara vez, pero muy rara vez, me han respondido de forma enojada, o me han dicho algo malo o se han sentido ofendidas. En el peor de los casos, ellas simplemente mehan respondido fríamente y se han ido caminando.
Además, he llegado a una conclusión. Cuando ellas no te responden de una forma positiva, es cuestión de ellas. Ellas son las del problema. Ellas no están de buen humor en ese momento, a ellas les pasó algo malo hace unos instantes, o no están disponibles, o están apuradas; o simplemente son unas malas personas. No es que yo haya hecho algo malo o sea totalmente repulsivo o cualquier cosa por el estilo. Aprendí que una negativa de una mujer (lo cual usualmente lo hacen de una forma educada) no la debo tomar personal, que ha sido contra mi, que ha sido mi culpa. De esta forma logré salir airoso de una negativa para buscar a la siguiente mujer que pueda estar más receptiva. Como conclusión les puedo decir que aprendí a hacerme una pregunta “Si esta mujer me dijo que no… ¿porqué voy a privar a otras mujeres del placer de conocerme?” y así he logrado conocer muchas muchas mujeres.